lunes, 3 de octubre de 2011

LAMENTARSE O VIVIR

Perdón por no avisar, pero tuve que "cerrar" el blog durante los tres últimos meses. Y no piensen que fue por vacaciones. Todo lo contrario. Los dos primeros meses lo cerré por trabajo. Mis impulsos por escribir ya estaban satisfechos y se transformaban en un pequeño o gran espacio del periódico de cada día. El mes siguiente, septiembre, podría haber seguido escribiendo, pero lo empleé en reponerme mentalmente del palo que supone verme en la cola del paro por enésima vez.


Si durante el recién acabado mes de septiembre hubiese escrito en el blog, éste se hubiera convertido en un auténtico muro de las lamentaciones. De mis propias lamentaciones. "No tengo trabajo", luego "No tengo dinero", luego "No puedo comprarme un coche en sustitución del mío, que tiene 13 años y está todo el día en el taller", "Ni puedo comprarme una Blackberry blanca con conexión a internet", etc.


Tonterías. Me ha costado, pero me he dado cuenta de que lamentarse es perder el tiempo y el tiempo es lo más valioso que tenemos. Le damos demasiada importancia a lo material. Cierto es que obtener dinero no es lo único que importa del trabajo (mi experiencia como becaria lo demuestra), también está todo eso de sentirse realizado y valorado. Sin embargo, todos caemos alguna vez en el error de darle demasiada importancia a los euros, que, sin duda, no son sinónimo de la felicidad cuando se tienen las necesidades más elementales cubiertas. Deberíamos aprender de los niños, que viven ajenos de problemas laborales y económicos. Según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid, un 85% de los niños españoles aseguran ser felices


La felicidad está en otras cosas que nada tienen que ver con el vil metal. Cada uno la encuentra en sitios diferentes, pero suelen coincidir con la compañía de otras personas que nos hacen la vida más agradable o con el empleo de nuestro tiempo en actividades que nos divierten y que no tienen por qué costarnos un duro. Y si se combinan ambas cosas, el resultado ya puede ser maravilloso.


Pienso que todas esas cosas nos acompañarán siempre. El dinero, se quedará en los bancos o en las huchas. No vendrá con nosotros al más allá y tampoco creo que allí nos haga mucha falta. Por eso, cuando llegue mi hora, no me gustaría arrepentirme de todo el tiempo que perdí en lamentarme de lo que no tenía en lugar de disfrutar de lo mucho que tenía. Carpe diem.


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