Es verdad que si leemos el texto que acompaña a la fotografía (el reportaje "El futuro de España", publicado en La Razón), se justifica que la mujer, María Navascués, porte el bizcocho: tiene una pastelería. Perfecto, pero creo que hay mujeres trabajadoras en otros muchos sectores, no creo que ese sea el más representativo. ¿Por qué no han puesto entonces a un hombre con una llave inglesa puesto que hay muchos mecánicos? Claro, queda más glamuroso verlos enchaquetados y engominados. Además, esta chica resulta que es arquitecta y que como no encontraba trabajo de lo suyo, montó un obrador de pastelería creativa. Es una opción tan digna como cualquier otra, yo misma no descarto algún día trabajar en un taller de manualidades en lugar de en el periodismo, pero ¿alguien ha reflexionado sobre por qué no encontró trabajo como arquitecta?
Yo no conozco a María, pero una de las hipótesis que se me vienen a la cabeza es que aunque afortunadamente la mujer está plenamente incorporada al mercado laboral, los jefes siguen siendo hombres. Bien porque son más mayores y llevan más tiempo en la empresa que las féminas o bien porque éstas terminan renunciando a los altos puestos cuando el reloj biológico empieza a repicar tan fuerte como las campanas de una iglesia.
Pero ¿sabéis qué es lo peor? que en muchas ocasiones son las mujeres las que sacamos las castañas del fuego a los empresarios. No digo que no haya trabajadores válidos, que lógicamente los hay y muchos, pero nadie me puede negar que las mujeres no somos más capaces de llevar varios asuntos al mismo tiempo. En el trabajo, hacemos mil funciones a la vez, sin olvidar todas las obligaciones que tenemos en casa y sin permitir que éstas afecten a nuestro rendimiento. Mujer trabajadora, por partida doble. O triple.
Los empresarios siguen teniendo a su favor un arma muy potente. Mientras sigan sin hacer posible que una mujer compagine sus labores como trabajadora y madre (por mucho que los padres colaboren cada vez más, una madre es una madre), no podremos estar al mismo nivel. Y, no es por nada, creo que las cosas irían mucho mejor en el mundo si las mujeres tuviésemos el poder. No hay más que ver como un ama de casa estira el presupuesto familiar para llegar a final de mes. Otro gallo nos cantaría.
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